Vivienda

Viviendas turísticas.

 
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Una cabaña en Alisas.

Un vicio muy extendido en nuestra sociedad es la de prohibir toda iniciativa que pudiera escapar al control público o que pudiera afectar a los poderes económicos o los lobbys de turno. Es el caso de las viviendas turísticas.

Las webs de intermediación entre propietarios de viviendas e inquilinos han revolucionado el “casposo” mercado del alquiler español. Esta iniciativa nació como parte de la economía colaborativa que desde hace años la sociedad intenta introducir para poder acceder a bienes y servicios que de otra forma tendría vedados.

No es ningún secreto que las nuevas generaciones tienen una visión global del mundo y su mayor aspiración es viajar. Los vuelos low cost han generado un turismo masivo que puede desplazarse por precios inverosímiles a todo rincón del mundo. Algo que hace tiempo era inaccesible para la mayoría.

Los intercambios de viviendas nacieron como complemento a los viajes low cost permitiendo alojamiento gratis. Esto derivó en dejar la propia vivienda durante los periodos vacaciones a cambio de alquiler y ha terminado convirtiéndose en un auténtico negocio que compite en ocasiones de forma descarada con el sector hotelero. Webs como airbn, etc, son centrales de reservas similares a las de los hoteles, que escapan del control de los poderes públicos.

Ya no son las propias viviendas las que se dejan, sino viviendas que estaban vacías y que se rehabilitan y se ponen en el mercado. El parque de viviendas se está adaptando a este “nuevo uso” que no es otro que el alquiler de toda la vida pero para estancias mucho más reducidas antes cubiertas por los hoteles. Y ahí está el quid de la cuestión.  Las webs han facilitado el contacto inmediato entre propietario e inquilino facilitando las transacciones y dando transparencia y seguridad a las operaciones que pueden realizarse en un tiempo muy reducido. Además, el pago está asegurado ya que se realiza por adelantado y la valoración que se realiza por ambas partes genera una mejora continua de las viviendas y un comportamiento “adecuado” de los inquilinos. Aunque siempre habrá excepciones, claro.

Tal es así, que se ha montado una verdadera revolución no sólo en España, en todo el mundo. Voces de todos los ámbitos han intentado dar una visión distorsionada de la realidad. Que si se sobre ocupan los edificios, que hay molestias a los vecinos, que incluso puede haber problemas de suministros, que si están provocando subidas de precios en el alquiler, etc, etc. Todo un despropósito que en realidad esconde otra realidad y es la de la competencia desleal de un sector, el hotelero, que está muy sujeto a todo tipo de normativa y de impuestos y que está viendo mermada su actividad en algunas zonas.

Si hace pocos años el problema era la cantidad de vivienda vacía que había en España, ahora que estas viviendas se ocupan, el problema pasa a ser las aglomeraciones y la saturación. Se habla de prohibiciones al alquiler de zonas “saturadas”. Y algunos partidos políticos lo han tomado como bandera de su inconformismo. Así ha nacido la turismofobia. Y la clase política, esa misma que subvenciona los vuelos “low cost” y la rehabilitación, y que considera un problema la vivienda vacía, o que potencia el turismo como motor económico,  también señala como causante de la supuesta saturación turística que algunos denuncian, a las viviendas vacías que se rehabilitan para poder dar acogida a los viajeros low cost. Todo un despropósito.

No nos olvidemos de que las viviendas se construyen con el objeto de ser ocupadas, no para estar vacías y las infraestructuras para dar servicio a todas las viviendas ocupadas. Ni siquiera sería legal construir viviendas para que estuvieran vacías. No existe interés público en tal cuestión e iría contra principios esenciales de nuestra sociedad como la protección del medio ambiente y o el uso racional de los recursos.

El urbanismo establece como uso de las viviendas el residencial, con independencia de que el uso residencial fuera en vivienda propia o alquilada. Las leyes autonómicas de vivienda establecen como función social la de servir de residencia a las personas, penalizando la desocupación de las viviendas. Y hasta el año 2013 no había ningún problema con el alquiler estacional porque quedaba incluido dentro de la Ley de arrendamientos urbanos.

En el año 2013 el Estado cedió a las presiones del Lobby hotelero y extrajo este tipo de alquileres de la Ley para asociarlo al sector turístico y dejarlo a la deriva autonómica. Ya no se consideran viviendas, aunque tampoco pueden ser instalaciones hoteleras. Las llaman viviendas turísticas. Y se encuentran en medio de un vacío legal que las diferentes comunidades autónomas parecen incapaces de llenar.

La medida del gobierno balear de prohibir el alquiler estacional es a todas luces un absurdo y la de Madrid de que sean los vecinos quienes lo hagan no lo es menos. Una incongruencia total  que no casa con la ausencia de prohibiciones a la construcción de nuevas viviendas, origen del problema. Sobran viviendas. No hay población residente para tanta vivienda.

La ocupación estacional de las viviendas es una fórmula como otra cualquiera de optimizar recursos disponibles e intentar cumplir con la obligación legal de muchas Comunidades Autónomas de “ocupar” la vivienda. Sólo falta que se establezca una regulación adecuada.

Para prohibir esta actividad no se puede utilizar la excusa de la sobreocupación, que pudiera ser en todo caso puntual y localizada, ni el alza de los precios de los alquileres, provocado por una mejora de la economía. La saturación turística nada tiene que ver con los alquileres sino con el sobredimensionamiento de la capacidad de acogida de” las ciudades” por el exceso de plazas turísticas y residenciales. Problemas asociados a las ciudades densas y que nunca se mencionan cuando se desdeña otros modelos que actualmente se consideran “menos sostenibles”.

Si los problemas que están generando protestas ciudadanas son de seguridad o de ausencia de educación cívica, que se hable claramente del tema para buscar soluciones. Y si es un tema de fiscalidad, habrá que buscar la fórmula para que este nuevo “negocio” pueda coexistir. Igual la administración tiene que ponerse al día y establecer nuevos modelos de gestión más dinámicos y accesibles, o incluso colaborar con las empresas intermediarias.

No se puede pretender que un propietario que alquila temporalmente “su” vivienda sea un empresario hostelero. Tampoco prohibir o limitar el alquiler porque haya “muchos” en la zona.

La nueva regulación tendrá que tener en cuenta todos estos factores: si es la vivienda permanente del que alquila, los periodos de estancia, si la vivienda se alquila durante todo el año, etc, etc. Es decir, diferenciar claramente el negocio de hostelería de la familia que obtiene ingresos extra ya que son dos conceptos claramente diferentes.

Lo que es indudable es que esta revolución del mercado de la vivienda ha servido para mejorar sensiblemente el parque de alquiler y la mentalidad de los propietarios de que “todo vale”. Se está dando un uso a las viviendas vacías que se encontraban en estado de abandono y se han llevado a cabo importantes obras de rehabilitación, que han servido para reactivar el maltrecho sector de la construcción.

Publicado en el blog de Alicia García «Convivencia y Sostenibilidad. Los nuevos retos del diseño urbano».

 

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